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Richarlison: De Vender “Toffees” En Las “Favelas” De Brasil A Ganarse El Corazón De Los “Toffees” En La “Premier League”

Al Everton FC se le conoce como el equipo de los caramelos o “The Toffees.” La tienda de caramelos “Mother Noblett’s” estaba ubicada entre Everton Brow y Brow Side en el Everton Village, bastión del club de Mersyside.

Desde entonces, ya es tradición que una niña, conocida como la “Toffee Lady” arroje los “Everton Mints,” que fueron vendidos por la tienda a la multitud en Goodison Park antes que se jugaran los cotejos en casa del Everton.    

Igualmente, se dice que el mote del combinado de las golosinas, se debe a “Ye Anciente Everton Toffee House”, inmueble situado en Queen’s Head Hotel en Everton, donde del club se reunía a finales del siglo XIX y a principios del siglo XX.

Sea del confite, sea del negocio inmobiliario, “The People’s Club” se ha caracterizado por ser un equipo complicado que lucha todas las pelotas, que se crece en los momentos difíciles, y que cuenta con jugadores que pueden marcar la diferencia a su favor, en las postrimerías de un partido.

Así las cosas, solemos analizar a los equipos, sus estilos de juego, las diferentes ligas, sus historias, las tácticas, las técnicas, la previa de los partidos, al elenco inicial, pero muy poco o nunca hablamos de ese jugador-ser humano; su vida, su entorno y su origen.

Del jugador-jugador al jugador-ser humano: En reiteradas ocasiones escuchamos acerca del origen humilde de los jugadores que terminan consagrándose en las disciplinas deportivas. Deportistas que crecen en lugares hostiles donde la droga, el alcohol y la delincuencia ponen de manifiesto la crisis de la sociedad moderna.

Deporte, trabajo y educación; sincronía perfecta o crónica del remedio anunciado. Tres baluartes fundamentales dentro de la sociedad que alejan al individuo de a pie del cigarrillo, droga, alcohol, delincuencia y malas influencias.

En este sentido, el balompié se convierte en estandarte o insignia de escape de todos los males presentes en nuestra sociedad. “Elemental mi querido Watson,” para salir adelante en este mundo convulsionado en que vivimos, hay que ocuparse y no preocuparse.

Richarlison de Andrade, nació en Nova Venécia en el estado de Espírito Santo, Brasil, el 10 de mayo de 1997. Ha jugado en el Fluminense F.C y en el América Mineiro de su país; y en el Watford F.C y Everton F.C de Inglaterra. Representando a su país, ha vestido la casaca “verdeamarelha” en el Campeonato Sudamericano Sub-20 del año 2017, en la Copa América de 2019, donde se consagró campeón, y en partidos clasificatorios para la Copa Mundial de Fútbol de Catar 2022.

El Espírito-santense la pasó mal desde los prolegómenos de su niñez. Como todo niño que nace y crece en las “favelas” o áreas urbanas pobres de nuestros países, el entorno no es el más potable para que la juventud crezca, se eduque y salga de las adversidades que se le presentan. Las malas juntas, la droga, el alcohol y la delincuencia constituyen un óbice al desarrollo integral del individuo.

Así las cosas, Richarlison vendía helados y golosinas, y trabajaba en el campo para ayudar a su familia. Desde pequeño, amaba y jugaba al fútbol, solía quedarse en casa de su tío por un tiempo porque el campo de entrenamiento le quedaba más cerca, y no tenía dinero para el autobús.

A pesar de los obstáculos que se le presentaron en la vida cuando fue rechazado por varios equipos, el joven brasileño siempre perseveró y luchó por alcanzar sus sueños. Hoy por hoy, milita en las filas del Everton FC, que pagó 56 millones de Euros al Watford por su transferencia, el 24 de Julio de 2018.

Actualmente, el extremo izquierdo brasileño, ocupa el puesto 8 entre sus colegas de posición, tiene un valor de mercado de 66 millones de dólares y ostenta el puesto 19 entre todos los jugadores de la Premier League.

Richarlison firmó un contrato de 5 años con el Everton FC por £23,400,000 ($32.624.223,19) en el año 2018, para un total de £4,680,000 ($6.524.400.90). Tiempos de pandemia, crisis económica, inestabilidad financiera, o un poco de todo. Lo cierto es que “una de cal y otra de arena.”

Ya como jugador, el brasileño ha calado en el Everton. La polivalencia que lo caracteriza dentro del engramado, las ganas de luchar la esférica, no da ni una pelota por perdida, abre el juego por las bandas para dejar espacio entre líneas, su velocidad al proyectarse, surte de balones aéreos a los delanteros, su cambio de ritmo y su personalidad lo convierten en el “Toffee” (caramelo) más deseado del momento para los fanáticos del combinado dirigido por Ancelotti.

Paradojas de la vida: Richarlison de Andrade pasó de vendedor ambulante de “toffees” (caramelos) y helados en las “favelas” brasileñas para subsistir y ayudar a su familia, a figura indiscutible de “The Toffees” en la Premier League.

Diría este humilde servidor, y si me permiten la corrección: moraleja de la historia: no todo vendedor ambulante de “toffees” (caramelos) deviene en futbolista profesional, pero el trabajo, la dedicación, la perseverancia y el esfuerzo crean los cimientos necesarios para luchar, creer que se puede y conseguir que nuestros sueños y metas se hagan realidad.

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